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lunes, 24 de octubre de 2011

LA GOLONDRINA Y EL VIENTO FRIO DEL NORTE


LA GOLONDRINA Y EL VIENTO FRIO DEL NORTE


Cuenta la leyenda que hace muchos años llegó una noche a un pueblecito una bandada de golondrinas emigrando hacia el sur, huyendo del viento frío del norte que les perseguía para matarlas.
Al amanecer, una de ellas se fue a pasear por el poblado y no se dio cuenta de que la bandada había levantado el vuelo y la había dejado sola.
Llena de susto se puso a revolotear de techo en techo hasta que llegó la noche.
Y al anochecer zumbó terrible el viento helado del norte y gritó a la golondrina:
“Esta noche te mataré de frío”,
pero ella se supo esconder y el viento helado no la pudo matar.
Al día siguiente mientras jugaba con las hojas secas de los caminos, el viento dijo a la golondrina:


“¿Dónde te escondiste anoche que no te pude encontrar?”


y ella le respondió:” Un manso buey me permitió dormir frente a su cara y el aire caliente de su nariz impidió que me helara” –pues bien, bramó airado el viento:
“esta noche mataré al buey y tú también perecerás”.
Pero al día siguiente mientras el huracán se divertía arrancando tejas de los techos, saludó a la golondrina:


“¿A dónde fuiste anoche que no te encontré?


Arranqué el techo del establo, hice que el buey se muriera de frío, pero a ti no te encontré”.
Ah, respondió la golondrina- un par de viejitos me permitieron dormir junto a las piedras de su fogón y allí me libré de tus corrientes heladas. Pues esta noche morirán los dos viejitos y morirás tú también, bramó furioso el huracán.
Y aquella noche el vendaval fue más espantoso que los demás días.
El fogón de los dos ancianos se apagó, las puertas de su ranchito volaron hechas pedazos por la fuerza del ventarrón, pero la golondrina no estaba por ahí.
Al día siguiente mientras silbaba por entre los árboles retorcidos, el viento frío del norte se encontró con la golondrina y le gritó:


¿Y a dónde te fuiste anoche?


Te busqué en la casa de los dos ancianos.
Ellos amanecieron muertos por congelación, pero a ti no te encontré”.
Y entonces la pequeña golondrina le respondió:
“Allá arriba encontré a una familia en una cueva: una mujer muy bella llamada María, con un niño bellísimo nacido en un pesebre.
Y cuando la madre me vio aleteando y muriéndome de frío, me permitió descansar entre la cabeza del niño y el corazón de la madre, y allí entre ese corazón que es un horno de amor, y esa cabecita que es la más bella y amable del mundo, pasé la noche más calurosa y bella de mi vida.
Entonces el viento frío dio un salto de desesperación y exclamó: “Ah, golondrina, golondrina; me ganaste la batalla.
Porque hasta allá jamás podré llegar yo.
Salvaste definitivamente tu vida, porque el corazón de esa Madre es un horno tan encendido de amor hacia los necesitados, que allí no habrá nunca un viento frío capaz de congelar a nadie ni disminuir las llamas de ese amor.
Entre la cabecita del Niño Jesús y el Corazón de María nunca habrá frío para nadie”.
Y el viento se alejó quejándose como un vencido y la golondrina trinó llena de esperanza…
La golondrina eres Tú, querido amigo.
El Viento: tus pasiones, las fuerzas del mal, del ateísmo, de la indiferencia, de los malos ejemplos, de los espíritus malvados que quieren apagar la luz de tu fe y de tu amor a Dios y al prójimo.
Ya sabes dónde refugiarte: en el Corazón de la Madre cuyo amor hacia ti arde más que la llama de mil volcanes.
María Santísima te salvará.
Si te refugias en Ella, llegarás al cielo.


"Mi Corazón Inmaculado será tu refugio y el camino que te conducirá a Dios".

domingo, 23 de octubre de 2011

LA CREACIÓN DEL MUNDO Y DEL HOMBRE


La creación del mundo y del hombre


Algunos al leer las primeras páginas de la Biblia, tal vez se pregunten:
¿Cómo se formó este mundo?
¿Cómo surgió la vida sobre la tierra?
¿Qué nos la ciencia al respecto?
¿Hay contradicción entre la Biblia y la ciencia?


Como cristianos creemos que el mundo y todo lo que en él se contiene, fue creado por Dios y que El es el Ser Supremo, inmanente y trascendente; pero,

¿cómo hizo Dios el mundo?


Durante siglos, la inmensa mayoría de los creyentes, interpretando literalmente las palabras de la Biblia, pensó que Dios había creado todas las cosas desde un comienzo, tal como las vemos ahora.
O sea, que había creado el sol, la luna, las estrellas y los había puesto cada uno en su lugar para que siguieran dando vueltas en el firmamento.
Se creía también que Dios había hecho los montes, las semillas, las plantas, los animales y el mismo hombre, tal como los vemos ahora y que cada especie había tenido descendientes siempre en todo semejantes a sus progenitores.


Esta era una lectura que hoy llamaríamos «fundamentalista» de la Biblia.
Es decir, una lectura que interpretaba cada frase en sentido literal y sin atender para nada al estilo literario que utilizaban los orientales en sus narraciones.
Era una lectura sin sentido crítico ni literario.
Y de hecho algunas sectas fundamentalistas siguen aún esta tendencia y la exigen a sus adeptos.


¿Qué pensar?


Hoy las ciencias humanas han avanzado mucho y nos aseguran que esos relatos no son históricos en el sentido actual de la palabra, sino que son poéticos y nos presentan el relato bíblico en el marco de una cultura oriental que se expresa preferentemente a través de signos e imágenes poéticas.


¿Qué nos quiere decir, entonces, la Biblia?


En términos de Fe, lo que la Biblia nos quiere decir en los primeros capítulos del Génesis es que Dios creó la materia y que le comunicó un primer impulso para que ésta, a través de sucesivas transformaciones acaecidas durante millones de años, generara la vida, primero la de las plantas, después la de los animales y finalmente la del ser humano.


O sea que Dios, con su infinito poder, creó la materia de la nada y le dio su impulso creador para que se fuera transformando hasta llegar a ser lo que vemos que es el mundo hoy día.


Pero además la creación no fue una cosa del pasado.
 No fue un hecho que aconteció hace millones de años y que duró un instante. La creación fue y sigue siendo.
Dios sigue hoy conservando el mundo y con su divina Providencia lo sigue acompañando hacia su total plenitud.


Esta interpretación surgió en la Iglesia a principios de este siglo y se debió principalmente a un hombre visionario, a un Jesuita llamado Teilhard de Chardin, quien tuvo la genialidad de hacer la síntesis entre los avances de la ciencia y la Biblia. Según esta teoría, entonces, entre la fe y la ciencia no sólo no hay contradicción sino que una mutua complementación.


¿Cómo se habría formado la tierra?


Hoy la ciencia nos dice que el universo cambia a cada momento.
Que las galaxias se alejan unas de otras a velocidades de miles de kilómetros por segundo.
Que el universo está en constante mutación.
Y que mientras aparecen mejores telescopios, más el hombre se asombra de la grandeza del universo y de la pequeñez del planeta Tierra.


La ciencia hoy se inclina por creer que hace miles de millones de años, la materia de la que están hechos los astros, los planetas y la misma Tierra era como una gran masa amorfa, que en un momento dado experimentó una gran explosión -«big bang» la denominan los científicos- y de repente se fragmentó en millones de pedazos que se esparcieron por todo el firmamento.
Y después de un larguísimo proceso de fragmentación y de descenso de las temperaturas que eran de millones de grados, empezaron a aparecer los astros, los planetas y las estrellas, tal como los vemos ahora.
En un comienzo, entonces, la Tierra formaba parte de aquella gran masa amorfa de materia y energía que explotó repentinamente y que se disgregó por el universo.
Después aquella masa se fue enfriando y cuando se dieron las condiciones adecuadas, lentamente a través de millones de años, surgió la vida.


¿Cómo surgió la vida y el ser humano?


Cuando en la Tierra se dieron las condiciones adecuadas de temperatura, agua y aire, empezaron a aparecer los primeros seres vivientes.
Primero fue una vida muy primaria y molecular, después apareció la vida vegetal y finalmente la vida animal.
os seres más primitivos fueron núcleos celulares.
Después de sucesivas transformaciones aparecieron los nuevos géneros de vida, tanto vegetal como animal.
Y así, poco a poco fueron apareciendo las plantas, los peces y las aves y todos los animales.
Así la vida fue desarrollándose lentamente hasta llegar a ser lo que es hoy.
La vida, primero en el mar y después sobre la tierra, surgió tras millones de años de mutaciones y transformaciones.
Los seres vivientes nacieron, crecieron y fueron adaptándose al medio.
Unos permanecieron en el mar y otros emergieron hacia la tierra y fueron evolucionando, es decir, se adaptaron al nuevo medio.
Y así muchos seres terrestres, se desarrollaron en el mar durante la primera etapa de su vida y después, millones de siglos más tarde, emergieron hacia la superficie de la tierra.


Según esta interpretación, Dios habría dado a la creación el impulso inicial, y habría fijado las leyes a la naturaleza , y ésta, obedeciendo al impulso del Creador en una cadena ininterrumpida de transformaciones, llegó a generar las diferentes especies de vida -de plantas, aves, peces y animales- que hoy vemos en nuestro planeta.
Y de una de estas especies, previamente elegida por el Creador, habría salido el «homo sapiens».
Esto es lo que se enseña hoy en cualquier libro de biología sobre el origen del universo y del hombre.
Se enseña que la vida del antepasado del hombre surgió del mar y que a través de millones de años fue adaptándose a la tierra, es decir al terreno seco.
Se agrega también que primero, el antepasado del hombre, anduvo en cuatro patas, luego se fue irguiendo de a poco y que finalmente se irguió y caminó sobre dos pies.
También, en colecciones de cráneos que se han podido recopilar y estudiar, se muestra cómo las formas el cerebro del hombre fue evolucionando hasta transformarse en el «homo sapiens».


Ahora bien, en el plano teológico hay que afirmar que para que el antepasado del hombre pasara del estado de no -hombre al de hombre-racional hay que creer que hubo una intervención especial de Dios.


Cada alma es creada por Dios.


Ya el Papa Pío XII en la Encíclica «Humani Generis», en 1950, afirmaba que «no era contrario a la fe reconocer al cuerpo del hombre un origen que podía ser una materia viva, con tal de mantener que las almas son creadas directamente por Dios, lo que es compatible con un cierto evolucionismo».


Cabe notar aquí cómo la Iglesia -Madre y Maestra también en la interpretación de la Biblia- hace hincapié en que el hombre está formado de cuerpo y alma y que el alma no puede ser fruto de esta evolución cíclica sino que cada alma por ser única e irrepetible es creada directamente por Dios.
De ahí, entonces, la gran diferencia que hay entre el ser humano en relación a los otros seres vivos de la creación.


La creación del alma, que en definitiva es lo que le da dignidad al hombre, es una acción directa e inmediata del Creador.
Y cuando un hombre y una mujer se unen para generar una nueva vida, entonces Dios crea el alma única, inmortal e irrepetible de cada nuevo ser.


Millones de personas durante siglos han interpretado los primeros libros del Génesis en forma literal, es decir, pensaron que Dios creó el mundo en seis días como los nuestros y que todo lo creó tal cual lo vemos hoy día.


Hoy tenemos nuevos elementos para interpretar cómo surgió la vida sobre la tierra. Como católicos, entonces, podemos aceptar la teoría de la evolución, según la cual Dios creó la materia y le dio el primer impulso creador.
Y llegado el momento elegido por el mismo Dios, y previa una especial intervención suya, crea el alma, y de ahí surge el ser humano.


Y esta teoría en nada disminuye el poder y la grandeza de Dios Creador sino todo lo contrario, que más y más lo aumenta ya que así Dios no sólo aparece como autor de la materia y del cosmos sino también de las leyes que rigen el universo.
Y es en este contexto que recobra todo su sentido el texto de San Pablo a los Colosenses (Col. 1, 15- 20), en que aparece la figura de Cristo Redentor como centro de la creación, quien diviniza a los hombres en una espiral ascendente hasta la plenitud de su vocación divina.


Hizo Dios Nuestro Señor


con su gran sabiduría


las estrellas, sol y luna


la noche y también el día.

NUESTRA IDENTIDAD CATÓLICA


Nuestra identidad católica


¿Qué son las Iglesias Cristianas?


Iglesias cristianas son aquellas comunidades de creyentes que aceptan a Jesucristo como Hijo de Dios y Salvador.
Católicos y Evangélicos somos cristianos porque nos inspiramos en la persona de Cristo.



No son cristianos, en cambio, los musulmanes fundados por Mahoma, que vivió en el siglo VI, ya que ven en Jesús sólo a un profeta a quien ponen al mismo nivel de Moisés o de Mahoma.
Tampoco son cristianos los Mormones que no consideran a Jesucristo como Dios y dan más importancia al Libro del Mormón, escrito por José Smith en 1827, que a la misma Biblia. (Smith murió linchado por decenas de maridos traicionados por él, aunque él decía que todo se lo revelaba un ángel en unas planchas de oro).
Tampoco son cristianos quienes ven en Jesús de Nazaret sólo a un hombre bueno y sabio y no a Cristo el Salvador ungido por Dios.



El Consejo Mundial de Iglesias fundado en 1948 acepta como miembros sólo a las comunidades que aceptan que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo, y que el Hijo de Dios hecho hombre es Jesucristo como lo atestigua la Biblia.
Desde el Concilio Vaticano II (1962-1965) la Iglesia Católica coopera en el movimiento ecuménico con las demás Iglesias Cristianas.



¿Quiénes somos Católicos?


Somos católicos los que además de ser cristianos aceptamos por el Bautismo ser miembros de la Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica.




¿Ahora bien ¿Cómo se sabe en la práctica si uno es o no es católico?
La nota más distintiva para saber a qué Iglesia pertenece una persona es su adhesión o rechazo al Papa.
El católico acepta al Papa como Vicario de Cristo, como Pastor universal de la Iglesia dejada por Jesús. Así que un católico unido al párroco, al obispo y al Papa, se sabe seguro dentro la Iglesia Católica. Los evangélicos rechazan la autoridad del Papa.
Los ortodoxos se llaman católicos pero también rechazan la autoridad del Papa. Tenemos que orar para que llegue el día y la hora prevista por Dios parar el feliz reencuentro con la Iglesia Ortodoxa y ojalá también con las denominaciones evangélicas.



¿Qué es el Ecumenismo?


El Ecumenismo es el movimiento nacido bajo la acción del Espíritu Santo que busca la unión de los cristianos de diferentes iglesias mediante el diálogo teológico, la oración y el servicio en común a los más necesitados.
El católico que se siente seguro de su Fe puede orar con cristianos de otras Iglesias, pero sin dejarse atropellar.
También puede hacer con ellos obras buenas y practicar la solidaridad con los más necesitados, pero el diálogo teológico se debe dejar a los especialistas.
El católico debe tratar con respeto a los que tienen otra religión (Col. 4, 5-6) y debe exigir también este mismo respeto.
La Iglesia católica mantiene un diálogo religioso de acercamiento con otras confesiones no cristianas a condición de que respeten los postulados de nuestra Fe católica y los Derechos de la persona humana.
Hay grupos que manipulan la mente de sus adherentes y los llevan a acciones antinaturales y de suicido como se ha visto en varios casos en años recientes.



¿En qué consiste la identidad católica?


1) La Iglesia Católica fortalece su unidad y resuelve diferencias de opiniones doctrinales en los Concilios Ecuménicos, según el modelo de Hechos 15.
Los Concilios no deciden simplemente por presión de la mayoría, sino teniendo en cuenta lo que la Iglesia ha creído siempre y en todas partes, basándose en la enseñanza y práctica de Jesucristo, de sus Apóstoles y sucesores más antiguos.



2) La Iglesia Católica respeta la autoridad del sucesor de Pedro en materia de fe y disciplina y da importancia central a la caridad y a la Eucaristía.
Ciertas prohibiciones de comidas están suprimidas en el Nuevo Testamento (Gál. 4, 3-11; 5, 1-5; Col 2, 16; Heb. 13, 9).
Los primeros cristianos cambiaron el sábado (del hebreo «shabat», reposo) por el primer día de la semana, que llamaron Domingo (del latín «Domini dies», día del Señor), en el cual empezaron a celebrar la muerte y Resurrección de Jesús representada en la Ultima Cena (Lc. 22, 14- 20; Hech. 20, 7).
El mismo Jesús daba más importancia al amor al prójimo que a los ayunos y al sábado (ver Mc. 2, 18-22).



3) La Iglesia Católica tributa devoción, sin adoración a María, a los santos y a los ángeles.
Adorar es reconocer a Dios como creador, salvador y santificador.
Los católicos reconocemos como Dios solamente al Padre, a su Hijo Jesucristo y al Espíritu Santo.
Por ignorancia, los evangélicos acusan erróneamente a la Iglesia de adorar a la Virgen María, a los santos y a los ángeles.
Los católicos vemos en María y demás santos a cristianos cercanos a nosotros, que nos muestran como seguir a Jesús y que ruegan a Dios por nosotros.
Ellos nos ayudan a alcanzar la santificación que consiste en la plena unión con Dios y en el amor al prójimo. Sólo a Dios pedimos que tenga piedad de nosotros.



4) La fe católica acepta y practica la doctrina social de la Iglesia. Los obispos unidos al Papa aplican las enseñanzas bíblicas a las relaciones sociales, ya para una época, ya para un continente o país, en favor de la liberación de los pobres y oprimidos. Ciertos cristianos acusan a los obispos de meterse en política.
Si bien los obispos no pueden usar su cargo en favor de un partido político, deben exigir a todas las autoridades un uso correcto del poder que viene de Dios para servir al bien común.



En el Credo aprobado en los Concilios de Nicea y de Constantinopla, mucho antes de la separación de las grandes Iglesias cristianas actuales, se resume la identidad de la verdadera Iglesia diciendo que es Una (unida en su fe y disciplina), Santa (en su fundador y en su meta, aunque incluye pecadores, aun en sus miembros.
Católica (o abierta a todos) y Apostólica (derivada de los Apóstoles y dedicada al apostolado).



Algunas consecuencias prácticas


Las Sociedades Bíblicas Unidas se dedican a traducir la Biblia desde los originales hebreo, arameo y griego y a editarla barata, gracias a donaciones.
Las ediciones católicas le agregan notas o explicaciones para evitar interpretaciones que se aparten de la tradición original.
La Iglesia Católica mantiene contacto con las S. B. U. a través de la Federación Bíblica Católica.
«La Biblia de Estudio» es una traducción de las S. B. U. con notas católicas, que incluye los libros deuterocanónicos.
Ni la Iglesia Católica ni las Sociedades Bíblicas aceptan la traducción de la Biblia de los Testigos de Jehová (editadas por la Watchtower Bible Association, o Asociación Bíblica Atalaya), porque adaptan la traducción a sus propias doctrinas, sin respetar los manuscritos más antiguos que se conservan en las lenguas originales.


La Iglesia Católica Ortodoxa que se separó de la Iglesia Católica en el siglo XI conserva la misma doctrina y tiene sacramentos válidos, pero no obedece al Papa aunque tiene cada vez mejores relaciones con la Iglesia Católica.
Sin permiso, un católico no puede comulgar en la misa de ortodoxos ni tampoco recibir los sacramentos en sus iglesias, aunque reconocemos que sus sacramentos son válidos.



La Iglesia Anglicana, que en Estados Unidos tomó el nombre de Iglesia Presbiteriana, se originó cuando Enrique VIII, al no obtener su divorcio con Ana Bolena en el siglo XVI, se proclamó jefe de la Iglesia de Inglaterra, martirizó a los obispos fieles al Papa y ordenó obispos favorables a él, además de aceptar a otros que se separaron del Papa. La Iglesia Católica reconoce sólo sacerdotes ordenados por obispos legítimos. Con los anglicanos tenemos casi la misma doctrina pero aún no podemos compartir los sacramentos.
Hemos de orar a Dios para que pronto se produzca la anhelada unión.



La Iglesia Evangélica Luterana se separó de la Iglesia Católica cuando Martín Lutero protestó contra la venta de indulgencias que hacían Julio II y León X para construir la basílica de San Pedro en el cerro Vaticano de Roma, y negó obediencia al Papa.
Conservó los sacramentos de bautismo y eucaristía, sin dar a ésta gran importancia; afirmó que para salvarse basta la sola fe sin las obras buenas y que la fe consiste en aceptar la sola Escritura sin hacer caso de la Tradición.

Los protestantes fueron invitados al Concilio de Trento, pero se retiraron en la primera sesión al ver el predominio de la obediencia al Papa y a la Tradición.
Los protestantes niegan obediencia al Papa, y afirman la salvación por la sola fe (sin las buenas obras mandadas por Jesucristo: ver Mt. 7, 26; Lc 11, 27) y basada en la sola Biblia (sin la Tradición).
Cada protestante interpreta la Biblia a su modo, generalmente en forma literal o fundamentalista, otras veces en forma muy liberal y hasta racionalista, sin contar con un Magisterio público, como el que existe en la Iglesia Católica.

Y como dicen que cada fiel se guía por el Espíritu Santo para interpretar la Biblia, las Iglesias protestantes se dividen y subdividen por razones doctrinales y también por cuestiones personales entre los distintos pastores.


Las Iglesias Pentecostales son movimientos fervorosos que se originan de reavivamientos espirituales que atribuyen al Espíritu Santo.
Hacen una interpretación protestante de la Biblia, agregan la predicación callejera, el pago del diezmo a su pastor, lo que les permite multiplicar sus capillas, y la oración con mucha emoción y expresión corporal, especialmente por los enfermos.
A veces logran sanaciones con las cuales reafirman su fe en el poder de Dios, como si este poder sólo estuviera en su Iglesia.

Cada Iglesia pentecostal es independiente.
Un católico tiene muchos más medios de salvación que un no católico, pero ambos se pueden salvar, si cumplen sinceramente con lo que manda su conciencia ( Rom. 2, 12- 24).



El primado de Pedro


Un católico debe aceptar y adherir a la Iglesia Católica que Jesús fundó.
Aceptar a Jesús y renegar de la Iglesia Católica es prácticamente separar aquello que Dios ha unido y arrancar la cabeza del cuerpo.


La Iglesia Católica, a la que tenemos la dicha de pertenecer, es la única fundada por Cristo hace ya casi dos mil años, la única que ha llegado a nosotros sin ninguna interrupción en la sucesión apostólica, la única que nos ofrece la plenitud de los medios de salvación dejados por el mismo Jesús.


La Iglesia Católica es la única fundada sobre Pedro cuando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.
Y Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.
A ti te daré las llaves del reino de los cielos, y lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo» (Mt. 16, 19). .



Junto al mar de Galilea


el Señor dijo a Simón:


tú estarás en el timón


de la santa Madre Iglesia.


Mis ovejas pastorea


con amor y suavidad,


me las vas a pastorear


con gran amor y cariño


y en las pruebas y peligros


Yo los voy a acompañar.


La sagrada obligación


de anunciar a Jesucristo


obliga como hemos visto


a todos sin excepción.


Cada uno tiene un don,


una gracia y un talento


para que vaya en aumento


nuestra católica fe


Yo los acompañaré


hasta el final de los tiempos.

viernes, 21 de octubre de 2011

¿PODEMOS ORAR POR LOS DIFUNTOS?


Queridos hermanos:


Les voy a contar un caso que me sucedió hace algún tiempo. Un día se murió un amigo mío que en cuanto a religión no era ni chicha ni limonada, unas veces iba a misa y otras iba al culto de los evangélicos. Cuando murió, los evangélicos lo velaron con muchos cantos y alabanzas, y al día siguiente lo llevaron al cementerio. Como era amigo mío, quise ir al cementerio a orar por él. Una vez allá, le pregunté al pastor, si me dejaba hacerle un responso, y me contestó: «El finado era oveja de nuestro rebaño y nosotros no les rezamos a los muertos porque a estas alturas de nada le sirven las oraciones».
Total que no me permitieron rezarle el responso y tuve que contentarme con orar en silencio.


Esta anécdota nos da pie para preguntarnos:

¿Podemos orar por los difuntos? ¿Les sirven nuestras oraciones?
¿Cuál es la doctrina católica y la evangélica al respecto?






La Doctrina católica


La Biblia nos dice que después de la muerte viene el juicio: «Está establecido que los hombres mueran una sola vez y luego viene el juicio» (Hebr. 9, 27).
Después de la muerte viene el juicio particular donde «cada uno recibe conforme a lo que hizo durante su vida mortal» (2 Cor. 5, 10).


Al fin del mundo tendrá lugar el «juicio universal» en el que Cristo vendrá en gloria y majestad a juzgar a los pueblos y naciones.


Es doctrina católica que en el juicio particular se destina a cada persona a una de estas tres opciones: Cielo, Purgatorio o Infierno.


-Las personas que en vida hayan aceptado y correspondido al ofrecimiento de salvación que Dios nos hace y se hayan convertido a El, y que al morir se encuentren libres de todo pecado, se salvan.
Es decir, van directamente al Cielo, a reunirse con el Señor y comienzan una vida de gozo indescriptible «Bienaventurados los limpios de corazón -dice Jesús- porque ellos verán a Dios» (Mt. 5, 8).


-Quienes hayan rechazado el ofrecimiento de salvación que Dios hace a todo mortal, o no se convirtieron mientras su alma estaba en el cuerpo, recibirán lo que ellos eligieron: el Infierno, donde estarán separados de Dios por toda la eternidad.


-Y finalmente, los que en vida hayan servido al Señor pero que al morir no estén aún plenamente purificados de sus pecados, irán al Purgatorio.
Allá Dios, en su misericordia infinita, purificará sus almas y, una vez limpios, podrán entrar en el Cielo, ya que no es posible que nada manchado por el pecado entre en la gloria: «Nada impuro entrará en ella (en la Nueva Jerusalén)» (Ap. 21, 27).


Aquí surge espontánea una pregunta cuya respuesta es muy iluminadora:


¿Para qué estamos en este mundo?


Estamos en este mundo para conocer, amar y servir a Dios y, mediante esto, salvar nuestra alma.
Dios nos coloca en este mundo para que colaboremos con El en la obra de la creación, siendo cuidadores de este «jardín terrenal» y para que cuidemos también de los hombres nuestros hermanos, especialmente de aquellos que quizás no han recibido tantos dones y «talentos» como nosotros.
Este es el fin de la vida de cada hombre: Amar a Dios sobre todas las cosas y salvar nuestra alma por toda la eternidad.


¿Qué acontece, entonces, con los que mueren?


Ya lo dijimos: Los que mueren en gracia de Dios se salvan. Van derechamente al cielo.
Los que rechazan a Dios como Creador y a Jesús como Salvador durante esta vida y mueren en pecado mortal se condenan.
También aquí la respuesta es clara y coincidente entre católicos y evangélicos.


-Pero,
¿qué ocurre con los que mueren en pecado venial o que no han satisfecho plenamente por sus pecados?


Ahí está la diferencia entre católicos y evangélicos.
Los católicos creemos en el Purgatorio.
Según nuestra fe católica, el Purgatorio es el lugar o estado por medio del cual, en atención a los méritos de Cristo, se purifican las almas de los que han muerto en gracia de Dios, pero que aún no han satisfecho plenamente por sus pecados.
El Purgatorio no es un estado definitivo sino temporal.
Y van allá sólo aquellos que al morir no están plenamente purificados de las impurezas del pecado, ya que en el cielo no puede entrar nada que sea manchado o pecaminoso.


Ahora bien, según los evangélicos no hay Purgatorio porque no figura en la Biblia y Cristo salva a todos, menos a los que se condenan.


Para nosotros, los católicos hay Purgatorio y en cuanto a su duración podemos decir que después que venga Jesús por segunda vez y se ponga fin a la historia de la humanidad, el Purgatorio dejará de existir y sólo habrá Cielo e Infierno.


Por consiguiente, según nuestra fe católica, se pueden ofrecer oraciones, sacrificios y Misas por los muertos, para que sus almas sean purificadas de sus pecados y puedan entrar cuanto antes a la gloria a gozar de la presencia divina.
Los evangélicos insisten en que la palabra «Purgatorio» es una pura invención de los católicos y que ni siquiera este nombre se halla en la Biblia. Nosotros argumentamos que tampoco está en la Biblia la palabra «Encarnación» y, sin embargo, todos creemos en ella.
Tampoco está la palabra «Trinidad» y todos, católicos y evangélicos, creemos en este misterio.
Por tanto, su argumentación no prueba nada.


En definitiva, el porqué de esta diferencia es muy sencillo.
Ellos sólo admiten la Biblia, en cambio para nosotros, los católicos, la Biblia no es la única fuente de revelación.
Nosotros tenemos la Biblia y la Tradición.
Es decir, si una verdad se ha creído en forma sostenida e ininterrumpida desde Jesucristo hasta nuestros días es que es dogma de fe y porque el Pueblo de Dios en su totalidad no puede equivocarse en materia de fe porque el Señor ha comprometido su asistencia.
Es el mismo caso de la Asunción de la Virgen a los cielos, que si bien no está en la Biblia, la Tradición cristiana la ha creído y celebrado desde los primeros tiempos, por lo que se convierte en un dogma de fe.
Además esto lo ha reafirmado la doctrina del Magisterio durante los dos mil de fe de la Iglesia Católica.


La Tradición de la Iglesia Católica


La Tradición constante de la Iglesia, que se remonta a los primeros años del cristianismo, confirma la fe en el Purgatorio y la conveniencia de orar por nuestros difuntos.
San Agustín, por ejemplo, decía: «Una lágrima se evapora, una rosa se marchita, sólo la oración llega hasta Dios».
Además, el mismo Jesús dice que «aquel que peca contra el Espíritu Santo, no alcanzará el perdón de su pecado ni en este mundo ni en el otro» (Mt. 12, 32).
Eso revela claramente que alguna expiación del pecado tiene que haber después de la muerte y eso es lo que llamamos el Purgatorio.
En consecuencia, después de la muerte hay Purgatorio y hay purificación de los pecados veniales.


El Apóstol Pablo dice, además, que en el día del juicio la obra de cada hombre será probada.
Esta prueba ocurrirá después de la muerte: «El fuego probará la obra de cada cual. Si su obra resiste al fuego, será premiado, pero si esta obra se convierte en cenizas, él mismo tendrá que pagar.
El se salvará pero como quien pasa por el fuego» (1 Cor. 3, 15). La frase: «tendrá que pagar» no se puede referir a la condena del Infierno, ya que de ahí nadie puede salir.
Tampoco puede significar el Cielo, ya que allá no hay ningún sufrimiento.
Sólo la doctrina y la creencia en el Purgatorio explican y aclaran este pasaje. Pero, además, en la Biblia se demuestra que ya en el Antiguo Testamento, Israel oró por los difuntos.
Así lo explica el Libro II de los Macabeos (12, 42-46), donde se dice que Judas Macabeo, después del combate oró por los combatientes muertos en la batalla para que fueran liberados de sus pecados.
Dice así: «Y rezaron al Señor para que perdonara totalmente de sus pecados a los compañeros muertos».
Y también en 2 Timoteo 1, 1-18, San Pablo dice refiriéndose a Onesíforo: «El Señor le conceda que alcance misericordia en aquel día».


Resumiendo, entonces, digamos que con nuestras oraciones podemos ayudar a los que están en el Purgatorio para que pronto puedan verse libres de sus sufrimiento y ver a Dios.


No obstante, como que en la práctica, cuando muere una persona, no sabemos si se salva o se condena, debemos orar siempre por los difuntos, porque podrían necesitar de nuestra oración.
Y si ellos no la necesitan, le servirá a otras personas, ya que en virtud de la Comunión de los Santos existe una comunicación de bienes espirituales entre vivos y difuntos.
Esto explica aquella costumbre popular de orar «por el alma más necesitada del Purgatorio».


Las catacumbas


En las catacumbas o cementerios de los primeros cristianos, hay aún esculpidas muchas oraciones primitivas, lo que demuestra que los cristianos de los primeros siglos ya oraban por sus muertos.
Del siglo II es esta inscripción: «Oh Señor, que estás sentado a la derecha del Padre, recibe el alma de Nectario, Alejandro y Pompeyo y proporciónales algún alivio».
Tertuliano (año 160-222) dice: «Cada día hacemos oblaciones por los difuntos». San Juan Crisóstomo (344-407) dice: «No en vano los Apóstoles introdujeron la conmemoración de los difuntos en la celebración de los sagrados misterios.
Sabían ellos que esas almas obtendrían de esta fiesta gran provecho y gran utilidad» (Homilía a Filipo, Nro. 4).


Amigos y hermanos míos, creo que les quedará bien claro este punto tan importante de nuestra fe.
Quien se profese católico no sólo puede sino que debe orar por sus difuntos


Y aquí cabe una pregunta:

¿Cómo queremos que nos recuerden nuestros amigos y familiares cuando nos muramos, con o sin oración?


Por lo menos entre los católicos, todos dirán que su deseo es que oren por ellos y que se les recuerde con la Santa Misa, porque aunque un católico muera con todos los sacramentos, siempre puede quedar en su alma alguna mancha de pecado y por eso conviene orar por ellos.
Este es el sentir de la Iglesia Católica desde sus comienzos.


En lo que se refiere al Purgatorio hay que agregar que no es como una segunda oportunidad para que la persona establezca una recta relación con Dios.
La conversión y el arrepentimiento deben darse en esta vida.


Los católicos, pues, no nos contentamos solamente con cantar alabanzas y glorificar a Dios, sino que elevamos plegarias a Dios y a la Santísima Virgen por nuestros difuntos y con más razón en los días inmediatos a su muerte.


La oración por los difuntos


Los primeros misioneros que evangelizaron América introdujeron la costumbre, que aún perdura en algunos lugares, de reunirse y hacer un velorio que se prolonga por una semana o nueve días.
Se reza aún una Novena en la que los familiares se congregan para acompañar a los deudos y ofrecen a Dios oraciones por el difunto.
También la Iglesia, desde tiempo inmemorial, introdujo la costumbre de celebrar el día 2 de Noviembre dedicado a los difuntos, día en el que los católicos vamos a los cementerios y, junto con llevar flores, elevamos una oración por nuestros seres queridos.


Los evangélicos, por lo general, sólo alaban a Dios por los favores que Dios le concedió al difunto.
Pocas son las sectas que oran por ellos.
En materia doctrinal, hay mucha variedad entre una secta y otra, ya que, como interpretan la Biblia según su libre albedrío, cada iglesia y cada persona tienen su propio criterio.


En cambio, entre los católicos sabemos que cualquier texto de la Escritura no debe ser objeto de interpretación personal, sino que la Iglesia, inspirada por el Espíritu Santo, nos revela a través de sus pastores el verdadero sentido de cada texto.
Y en este sentido, el Papa es el garante la verdad revelada, es decir, del depósito de la Fe.
Así, el Papa nos confirma en que nuestra Fe es la misma de los primeros cristianos, y la misma que perdurará hasta el fin de los tiempos.


Digamos, para terminar, que los católicos no sólo podemos orar por los difuntos, sino que éste es un deber cristiano que obliga, especialmente, a los familiares y a los amigos más cercanos.


Orar por los vivos y por los difuntos es una obra de misericordia.
De la misma manera que ayudaríamos en vida a sus cuerpos enfermos, así, después de muertos, debemos apiadarnos de ellos rezando por el descanso eterno de sus almas.


Ente los católicos la tradición es orar por los difuntos y en lo posible celebrar la Santa Misa por su eterno descanso.


Dice la Liturgia: "dales, Señor, el descanso eterno y brille para ellos la luz eterna"


Y san Agustín dijo:"Una lágrima se evapora, una flor se marchita, sólo la oración llega al trono de Dios".

domingo, 16 de octubre de 2011

¿SON IGUALES TODAS LAS RELIGIONES?


Queridos hermanos:


En estos últimos años hemos presenciado un gran crecimiento de las sectas en toda América Latina.
¿Responde esto a un crecimiento normal de las religiones?
Creemos que no.
Creemos que en gran parte ello obedece a un plan fríamente elaborado para destruir o debilitar la Iglesia Católica y su influencia en cada región.
Algunas de estas sectas son financiadas por los grandes grupos económicos de EE. UU., verdaderas transnacionales proselitistas que invierten millones en propaganda, vendiendo o distribuyendo revistas, libros y folletos.
Pasan de casa en casa, convidan a personas poco iniciadas en la Biblia y bajo pretexto de orar con ellos les arrebatan su mayor tesoro que es la fe católica.
Por eso no podemos permanecer pasivos ante esta realidad y vamos a dar aquí un vistazo a algunas de las principales sectas o religiones que vemos a nuestro alrededor, no con el afán de polemizar, sino con el único objetivo de dar una orientación a quienes la necesitan.
Por lo demás, todo el mundo tiene derecho a saber quién es quién.


Digamos primero que Jesús quiere una sola Iglesia. Esto es precisamente lo que El le pidió al Padre en su oración sacerdotal: «Que todos sean uno como tú, Padre, estás en mí y yo en ti» (Jn. 17, 21).
Y si Cristo quiso la unidad de todos sus seguidores
¿qué podemos pensar de los que siembran la división?
¿Qué podemos pensar de aquellos que, con el correr de los siglos, han querido enmendar la página al Señor creando nuevas religiones?
¿No será que con esta actitud entorpecen el plan de Dios y en lugar de construir la unidad colaboran a la división?
Conozcamos algunas de estas denominaciones.


Los Testigos de Jehová


Nacieron en Estados Unidos hace poco más de cien años. Su fundador es Carlos Taze Russell, hijo de presbiterianos.
Niegan la Santísima Trinidad y dicen que Cristo, antes de ser hombre, era el arcángel San Miguel.
Alteran los textos bíblicos a su capricho.
Dicen que Jesús no murió en una cruz sino en un palo y que resucitó sólo como criatura espiritual.
Para ellos todas las religiones, fuera de la suya, son satánicas, y sostienen que Dios castigará a todos los que no han querido entrar en su secta.
Prohíben la transfusión de sangre y consideran que la Iglesia Católica está corrompida y que es la Babilona moderna.


Lo que llama la atención es que, a pesar de este cúmulo de errores, muchos católicos se dejan fascinar por su «supuesto» amor a la Biblia y los siguen.
Esto sólo se explica por la gran ignorancia religiosa en que viven muchas personas.
Y lo peor es que los católicos que se cambian, después despotrican contra la Iglesia Católica, renegando de ella, y a veces dicen: «Yo cuando era católico tomaba y le pegaba a mi señora... Pero desde que soy Testigo de Jehová llevo una vida ordenada». En realidad nunca conocieron ni vivieron a fondo su fe católica.
Nosotros les decimos que no es necesario cambiarse de religión para dejar el trago o para no pegarle a la mujer.
Basta ser consecuente con su fe católica y punto.
Decimos que Jesús fundó una sola Iglesia sobre el Apóstol Pedro y no autorizó a nadie para que fundara otras iglesias.
Jesús dijo a Pedro: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia».


Los Mormones


Su fundador es José Smith, nacido en Vermont, EE. UU. A la edad de 15 años recibió unas revelaciones que le anunciaron que todas las iglesias cristianas estaban corrompidas y que él debía organizar la verdadera Iglesia de Cristo.
Su secreto está en un libro que, según él, en 1823 le entregó el ángel Moroni.
Se trataría de un libro escrito en planchas de oro en el que hay una relación de los antiguos habitantes del continente americano que habrían llegado a EE. UU después de la destrucción de la torre de Babel.
En este libro estaría la plenitud del Evangelio comunicado a ellos por el mismo Cristo, que también viajó a Estados Unidos después de su Resurrección.
En 1830 esta iglesia recibió el nombre de «Iglesia de los Santos de los Ultimos Días».


Para ellos, Cristo fue engendrado carnalmente de Dios Padre.
La Biblia y el libro de Mormón son su única norma de fe, pero sólo aceptan «su» Biblia, porque las demás, según ellos, estarían mal traducidas.
Además la Biblia tiene que complementarse con el libro de Mormón.
Tienen sólo dos sacramentos: el bautismo por inmersión y la santa cena con pan y agua.
Bautizan a los muertos y en su trabajo misionero siempre van de a dos.


El hombre latinoamericano, que es educado y acogedor, fácilmente los hace entrar en su casa pero después no se los puede sacar de encima.
Insisten de una y otra manera en que uno deje su fe católica y pase a ser mormón.
Y no pocas veces tratan de convencer a la gente dándoles regalos, dólares y promesas y, por supuesto, algunos quedan enredados en sus redes.


¿Por qué han progresado tanto los mormones en estos últimos años? Hay una razón política que es bueno que todos conozcan.


Hace unos treinta años Rockefeller, después de recorrer casi todos los países de América Latina, informó al Congreso de EE. UU. que había que contrarrestar la labor de la Iglesia Católica, la que, al despertar en los pueblos la conciencia de su dignidad, se constituía en la principal fuerza opositora a los intereses de Estados Unidos en América Latina y, en consecuencia, había que anularla o dividirla hasta donde fuera posible. Entonces, el Congreso programó un sucesivo y creciente envío de misioneros mormones para debilitar la unidad de la Iglesia Católica y destinó millones de dólares para que se contruyeran templos mormones en toda América Latina.
También en sus visitas domiciliarias los mormones ofrecen dólares y viajes a EE. UU. para que la gente se cambie a su religión y algunos, ante la tentación del lucro o porque pasan necesidad, sucumben y se hacen mormones.


Los mormones son una religión sin base teológica seria, y su «historia» más bien parece un cuento de ciencia ficción, porque ¿en qué pruebas científicas basan su planteamiento?


Sin embargo, tienen algunas cosas muy positivas: son buenos organizadores y tienen muchos colegios, cooperativas y granjas.
Es una lástima que su base religiosa sea tan pobre y que deformen tanto la Biblia.


Tanto los católicos como la mayoría de las iglesias cristianas protestantes los rechazan como no cristianos, porque niegan la divinidad de Jesucristo.
Por lo tanto, no podrían llamarse sectas, sino que son una «religión» sin referencia a Jesús ya que no creen en su divinidad.
Muchos católicos llaman a los Mormones la religión del dólar, porque con el dólar hacen cualquier cantidad de ofertas para ganar adeptos.


Los Pentecostales


Son los que más han crecido en estos últimos años en toda América Latina. Más del 63 por ciento de todos los protestantes de América Latina son pentecostales.
Hay muchas razones por las que nuestro pueblo se siente a gusto con ellos: la alegría, los cantos, la curación y la fraternidad.


Se caracterizan porque son cerrados, por su fanático proselitismo y sus ataques contra la Iglesia Católica.


Los movimientos pentecostales hoy son numerosos y abarcan más de 30 millones de adherentes en América Latina.
Al principio rechazaron toda organización, pero pronto la necesidad los obligó a agruparse.
De ello nacieron las Asambleas de Dios que también están extendidas por toda América Latina.


El nombre «Pentecostal» ya indica la gran importancia que estos grupos dan al acontecimiento siempre actual de Pentecostés, el que se actualiza en el Bautismo llamado del Espíritu Santo.


El movimiento pentecostal nace como una respuesta a un anhelo de renovación espiritual que estaba latente, tanto en la mente de los pastores como de los fieles de algunas iglesias tradicionales.
La Iglesia tenía que renovarse de nuevo con el fuego de Pentecostés. Fieles y pastores invocan repetidamente al Espíritu Santo, piden a Cristo que envíe de nuevo al Espíritu, y comienzan a sentirse renovados, llenos de entusiasmo, de calor, hablan en lenguas y efectúan curaciones.


Los Pentecostales tienen en común con nosotros los Católicos que creen en el misterio de la Santísima Trinidad y también creen en la divinidad de Cristo el único Salvador.
Pero no aceptan la Tradición.
Es decir, para ellos la Biblia es la única fuente de revelación dejada por Dios al mundo.
Su bautismo es por inmersión y el lavado de su cuerpo en el agua pura es un símbolo externo de purificación.


El Ejército de Salvación


Esta secta tiene una serie de elementos que lo asemejan a un ejército mundano: uniforme militar, grados militares, una fuerte disciplina y son realmente un ejército de paz en favor de los marginados. Mantienen muchas obras sociales. Su divisa es «sangre y fuego».
Sangre de Cristo y fuego del Espíritu.
Nacieron en 1865, en Inglaterra, y su fundador es Guillermo Booth.
Tienen multitud de obras sociales: maternidades, asilos, dispensarios, centros de drogadictos, centros de rehabilitación de alcohólicos etc.
Se les reprocha el no atacar la pobreza de raíz y de no atacar las causas que la originan.


Su objetivo es extender el protestantismo y se inspiran en la doctrina protestante: Predican la justificación por la sola fe, la sumisión a la Palabra del Señor, y su conversión personal se demuestra con el testimonio misionero. Se reúnen en las calles con sus bandas «militares» y así atraen a la gente y ofrecen servicios religiosos de predicación de la Palabra y cantos.


Otras sectas o denominaciones


Hay en nuestro país otras denominaciones cristianas que no son examinadas en este libro. Imposible abarcar todo en un librito como este.


En todas las religiones hay elementos positivos y negativos, hay gracia y santidad, pero tiene que quedar muy claro que la plenitud de la gracia y de los medios de santificación dejados por Cristo a su Iglesia se hallan únicamente en la Iglesia Católica fundada por Jesús.


Dice el Concilio que cometería un grave error quien, consciente de ello, la desconociera, es decir, se cambiara de religión.
El Concilio reafirma que la Iglesia fundada por Jesús se reconoce hoy solamente en la Iglesia Católica.
Todas las sectas, sin excepción, rechazan la sumisión al Papa.
Sólo la Iglesia Católica acepta su autoridad y este es su sello característico.


Es también muy revelador observar que todas las religiones cristianas son relativamente nuevas, es decir, de estos últimos 500 años.
Ahora bien, la verdadera Iglesia tiene que conectar con Cristo que vivió hace 2.000 años.
¿Dónde estaban estas religiones en los 1500 años de vida de la Iglesia católica?
¿Dónde estaban ellos cuando Jesús nació en Belén?
¿Dónde estaban cuando Jesús murió y resucitó?
¿Dónde estaban cuando la Iglesia Católica sufría las terribles persecuciones de los primeros siglos?
¿Se habrán condenado todos los que nacieron antes que se fundara su religión?


Para nosotros queda muy claro, que la Iglesia Católica - y sólo la Iglesia Católica- es la única Iglesia fundada por Cristo.
La única que proviene del mismo Cristo, la única que ha mantenido la sucesión apostólica sin interrupción y la única que por medio de los Apóstoles entronca con Cristo.


El Concilio Vaticano.


¿Y qué dice el Concilio Vaticano sobre la necesidad de la Iglesia Católica para salvarse? He aquí un texto que deberíamos meditar con frecuencia:


«El Concilio Vaticano, fundado en la Escritura y en la Tradición, enseña que esta Iglesia peregrina es necesaria para la salvación».
«Por lo cual no podrían salvarse quienes, sabiendo que la Iglesia Católica fue instituida por Jesucristo como necesaria, desdeñaran entrar a ella o no quisieran permanecer en ella».


El católico debe evitar polemizar y discutir con otras religiones ya que con ello no se adelanta nada.
Las sectas esgrimen infinidad de argumentos y no escuchan a nadie.
Hablan con altanería y tratan de llevar a toda costa el agua a su molino. Hablan y no escuchan a nadie.
Lo que el católico debe hacer cuando llamen a la puerta de su casa es atenderlos con educación pero con firmeza. Díganles que no se interesan por sus ofrecimientos y punto.
Y si no se van, cierren delicadamente la puerta de su casa, sigan con sus tareas y recen por tantos propagandistas baratos de la religión.
Nada se adelanta con discutir con ellos.
Ellos dicen textos y más textos y no escuchan a nadie.
Y recuerden siempre que si piden orar con ustedes o comentar la Biblia, tienen otro interés que el de arrebatarles su Fe Católica.
Con un evangélico respetuoso y educado se puede orar y dialogar, pero en este caso, es necesario haber estudiado bien la Fe Católica, conocer la Biblia y pedir ayuda de Dios.
Este libro les ayudará a saber dar razón de su Fe.